martes, 9 de diciembre de 2008

Mihura, Ionesco i la paraula en llibertat


A continuació reproduïm un article publicat a La Vanguardia el Dimecres 15 de Desembre de 1976. El signa el reconegut periodista català José Cruset (sovint apareix signant com a José Carol) a favor de l'aleshores recent petició d'ingrés de Miguel Mihura a la Real Academia de la Lengua. Efectivament, Mihura va acabar formant-ne part, just un any abans de la seva mort al 1977:


PALABRAS EN LIBERTAD


Cuando Miguel Mihura en 1958 estreno en Paris la versión francesa de sus Tres sombreros de copa, Ionesco, comentándola escribía: “El estilo irracional de estas obras puede desvelar mucho mejor que el racionalismo formal o la dialéctica automática, las contradicciones del espíritu humano, la estupidez, el absurdo…”


El autor de La cantatrice chauvea se refería, en resumidas cuentas, al poder de las palabras en libertad: más allá de la semántica; más allá de lo establecido; del convenio en que el lenguaje se sustenta. Aludía a la distorsión, al juego, con el que, por sueños, asociaciones inefables y audacias, Mihura llegaba a las delirantes maneras expresivas que dejaron perplejos a quienes —público y no público—, comúnmente acostumbrado a herencias y a viejos moldes, no comprendieron, en su día, el alcance, y la significación de auténtico manifiesto del nuevo humor español, que Tres sombreros de copa suponía.


lonesco hablaba del lenguaje convertido en tema, objeto, personaje o protagonista de la obra teatral; de lo que Jean Vannier llamó théátre de langage,en el que las palabras son el espectáculo: Oü la parole humaine nous est donnée en espectacle”.


Hablaba de cuando el lenguaje, destruido, como lo fue por Alfred Jarry y, antes, por Rimbaud, en plena disidencia con su tiempo, escapando a lo discursivo, incluso a la música de las palabras; de cuando el lenguaje, digo destruido cruzando malabarismos reiteraciones, ilógicas anáforas transcurre por los lindes de un nuevo universo; ámbito de imprecisiones, identidades borradas, Ionesco hablaba de cuando las palabras dejan de operar como signos; y por lo tanto ya nada significan de lo de su entorno.


Todo ello en estrecho parentesco con el surrealismo, que todo lo marcó en esta centuria; todo como nacido de un sueño deshacedor de ancestrales entuertos o lugares comunes; como visto con ojos de niño; del niño que los hombres fuimos; esos ojos antiguos de los que habla Apollinaire: “Les yeux de ces enfants que sont nos yeux anciens”.


En 1965, al llegar a París supimos que La cantatrice chauve y La leçon llevaban, en el teatro Huchette, con el descanso de los martes, la friolera de ocho años en el cartel. Ionesco llevaba ocho años en torno a las palabras; las palabras en libertad; caricaturizándolas; cercándolas, mostrándolas desasidas, tópicas, hueras, repetidas, coreadas; evaporándose; y, a la vez, retumbando, rechinado, “omme des piérreé, comme des cadavres”.


Intentamos hablar un poco de Miguel Mihura y de su significación porque la grata noticia de su propuesta para ingresar en la Real Academia le convierte en tema de nuestro quehacer de cronistas de la pequeña actualidad.


Porque consideramos oportuno recordar, como es devotamente sabido por los menos y, acaso, olvidado por los más, que aquellos Tres sombreros de copa, causadores, en París, cuando su estreno —1958-1959—de cuidadoso comentario de Ionesco se estrenaron en España en 1952; pero fueron escritos en el año 1932 (Jardiel Poncela, Casona, Lorca, Alberti, Gómez de la Serna, Max Aub…) escritos a los veintisiete de Miguel Mihura, su autor; y dieciocho años -antes del estreno de La cantatrice Chauve.


Escritos, los Tres sombreros de copa pero no estrenados: por todas esas razones y criterios estrechos de pecho que hicieron imposible que el público conociera, a su debido tiempo, el borrón y cuenta nueva del humor en el teatro español; resultaba difícil, en 1932, y después de 1932, enfrentar a unos espectadores, adormecidos en planteamientos, nudos y desenlaces con ese mundo circense dislocado y mágico de las palabras en libertad de adjetivos y adverbios campando por sus respetos; con las más lejanas, insólitas asociaciones de ideas y representaciones con el sueño hecho vida por los caminos de esa “lógica sutil” de que hablara Tristán Bernard; con una poética evasión de la realidad: la de las convenciones y los tópicos; creando otra: “A las personas honorables les tienen que gustar los huevos fritos, señor mío! Toda mi familia ha tomado siempre huevos fritos para desayunar. Sólo los bohemios toman café con leche y pan con manteca”.


Miguel Mihura empezó como dibujante de historietas en Buen humor, Gutiérrez, El Sol, La Voz... y derivó hacia el humorismo haciendo caricaturas de gente de teatro en Informaciones de la mano del novelista Artemio Precioso, dibujó para aquel periódico “galante (iseñor!) que fue Muchas Gracias”.


En esos tiempos conoce a Jardiel Poncela, a Tono, López Rubio, Ernesto Polo, Edgar Neville...


Mihura escribió Tres sombreros de copa en la cama (1932). Estuvo tres años en la cama; con la pierna mal curada de un mal golpe; de cuando tuvo un accidente haciendo acrobacias en bicicleta; tiempos de vocación múltiple y bohemia; de bolos con Alady —como Alady, el ganso del hongo, deja registrado en sus memorias— .


Tiempos de Muñoz Seca, Arniches, García Alvarez, Paso ... ; de especiales admiraciones por Arniches inventor de la tragedia grotesca; por los pontífices iniciadores del humor en España: Gómez de la Serna, Julio Camba y Wenceslao Fernández Flórez; por el francés Cami, dueño de una difícil textura en sus cuentos dialogados; por el italiano Pitigrilli, desvergonzado y pesimista.


Quien, como Miguel Mihura usó tan eficazmente de las palabras, en su versión libre, boreal; llenas de voluntad liberadora de viejos lastres; quien les dio tanto esplendor bien merece —ibravo por Miguel Mihura!— un sillón en la Real Academia de la Lengua.


José Cruset

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